La Catedral de Santiago de Compostela, en España, es un destino popular para los peregrinos, ya que es la última parada del Camino de Santiago. La afluencia de gente que se encuentra también puede atribuirse a la presencia del magnífico incensario de la catedral, conocido como Botafumeiro. Con una altura de 1,6 metros y un peso de entre 50 y 160 kilos -según la cantidad de carbón e incienso que se le añada-, es uno de los mayores incensarios del mundo.
Su nombre deriva de la combinación de las palabras españolas "botar" (expulsar) y "fume" (humo). Se instaló originalmente durante el siglo XI, para poder llenar adecuadamente la gran catedral con el humo del incienso más rápido de lo que podían acomodar los incensarios manuales más pequeños. Aparte de los aspectos oracionales de la quema de incienso, el Botafumeiro limpiaba las salas del olor acre de las masas de peregrinos sin lavar que se reunían en los bancos. También se creía que el humo del incienso disuadía de las plagas y epidemias de la época.
En el siglo XIII se instaló un intrincado sistema de poleas que permite que el enorme incensario alcance su altura de 20 metros, balanceándose en un arco de 65 metros. En el siglo XV, el rey de Francia Luis XI donó dinero para que se sustituyera el antiguo incensario medieval, pero desgraciadamente este fue tomado por las fuerzas de Napoleón durante la Guerra de la Independencia española.
El Botafumeiro más antiguo que se encuentra hoy en Santiago fue forjado en 1851, por el orfebre José Losada a partir de una aleación de latón y bronce recubierta de plata, que se ve en el vídeo de arriba. Hay otras dos réplicas en la ciudad, una de las cuales descansa en el escaparate de una tienda de la Rúa del Villar en el casco antiguo de Santiago. La otra fue donada a la catedral en 1971 y se utilizó en 2006, mientras se restauraba el Botafumeiro de Losada.
Para hacer oscilar el gran incensario, las cuerdas deben ser manipuladas por un equipo de ocho profesionales, conocidos como "Tiraboleiros". Ataviados con túnicas rojas, los hombres tiran de la cuerda justo cuando el Botafumeiro pasa junto a ellos, lo que combinado con su impulso hacia abajo hace que se eleve más con cada tirón.
El proceso de montar, llenar y balancear el Botafumeiro cuesta unos 240 euros por aparición. Como es un esfuerzo costoso, su uso se limita generalmente a unas 30 ocasiones al año. Sin embargo, los grupos que estén dispuestos a asumir el coste pueden pedir misas adicionales. En 2017, gracias a esta opción, el Botafumeiro apareció más de 100 veces.
A primera vista, parece un espectáculo muy peligroso, que podría atrapar a un niño pequeño excitado que se escapara de las manos de sus padres para verlo de cerca. Ha habido varios accidentes a lo largo de los años, el más famoso de los cuales ocurrió en 1499:
Catalina de Aragón se detuvo en Santiago de camino a Inglaterra cuando presenció cómo el incensario se desprendía de su cuerda y se estrellaba contra las ventanas situadas sobre el portal sur para caer en la plaza de las Platerías.
Aunque se han producido errores que han causado daños en la iglesia y han derramado carbones por todo el suelo del altar, nadie ha resultado nunca herido en los más de 800 años que se mantiene esta tradición.
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